Comencé, sin lugar a dudas, como Dios manda.
Pero me quedé con las ganas de versionear un clásico. Y,
entre los dos mejores comienzos de la literatura, por más que Historia
de Dos Ciudades tenga una guillotina –un dulce para un Jacobino como
yo—preferí a García-Márquez. Coño, si se trataba de “fusilar” aquí había un
paredón. Y ya en faena, en el éxtasis de apretar el gatillo, fusilé hasta a
Goya.
Pos eso, principio alternativo:
Cuando me haces un dibujo no me sacas tan faforecio como el tuyo ¡ Condenao !
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